Se dice que los niños son la esperanza del futuro esa es una apreciación terriblemente equivocada. Desde que el niño se encuentra en el vientre materno, el pequeño cerebro no deja de interactuar con el mundo. El temor, las alegrías y la angustia de la madre en el mismo momento que la madre las vive, el niño también. Todos nacemos y crecemos y mientras se tiene vida el cerebro nunca deja de interactuar con el mundo. Pero el mundo inmediato con el que el niño interactúa no está en el futuro, sino en lo manifiesto tal cual es, ahora: un mundo corrupto, peligroso, con esclavitud laboral, con enorme desigualdad económica y con abundante miseria psicológica. El futuro es la ilusión de los muertos, lo inmediato es la vida, es lo que sucede a cada instante. El mundo que estamos construyendo es en el que viven los niños hoy y no hay otro. Los niños son la población más vulnerable del planeta.  Hace 14 años Chico Buarque dijo con suma cordura que los niños deben ser patrimonio de la humanidad. Debemos garantizar que cada niño pobre del planeta, con amor y respeto, tenga posibilidad de comer y de ir a la escuela. El futuro no existe. Cada institución y cada gobernante deben cuidar este patrimonio de la humanidad, para que no trabajen cuando deberían de estudiar, ni que mueran cuando deberían de vivir.