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Existen gran cantidad de familias que tienen patrones de comportamiento disfuncionales que se pasan de generación en generación. Estos patrones pueden ser el alcoholismo, las drogas, el abuso emocional, físico, verbal o sexual, un estilo parental estrictamente autocrático, es decir que se hace lo que padre dice, y muchos patrones más.  La tendencia humana de repetir modelos o patrones hace que nuestro hogar sea, más o menos parecido al que tuvimos en la infancia. Cuando los modelos son disfuncionales (que son la mayoría), se quita a los niños la posibilidad de una infancia alegre y la posibilidad de tener los padres que necesitan para volverse adultos sanos y funcionales. Con pocas excepciones, invariablemente del mismo modo que nos relacionamos con nuestros padres, así es la relación con nuestros hijos.  Desafortunadamente, muchos niños que crecen de esta manera continúan con el guión de la familia disfuncional, añadiendo nuevos miembros familiares interactuando en roles de drogadictos, esposas dependientes, niño problemático, relaciones conflictivas, comportamiento ansioso  y mucho más. ¿Es factible romper estos patrones? No del todo, pero hay probabilidades. Por supuesto, hay mucho implicado en ello, pero comencemos por reconocer los patrones.  Se dice que una persona debería estar resuelta o completa para ser capaz de educar con el mínimo de errores. Esa es la importancia de resolver nuestra propia problemática psicológica antes de tener hijos.