Algunos padres y muchos de nosotros perdemos la noción de lo que nuestros hijos deben aprender y a la edad que lo deben de aprender.  Muchos centros educativos que ven la educación como negocio, amparados en docenas de técnicas de estimulación temprana (algunas dudosas), ofrecen a los padres del niño pequeño de 2, 3 o 4 años: aprendizaje de lectura, idiomas, contar hasta 100, aprender a escribir y un sin fin de monerías más. Somos una cultura tan competitiva que hasta nuestros niños en edad preescolar se han convertido en trofeos para presumir. Como si fueran mascotas para compararlos con otros niños y los vea el primo, la tía, los abuelos o los vecinos. Y no es que sean más inteligentes; porque la inteligencia que se cultiva deja serla. ¿Es un abuso sutil que al niño preescolar se le fuerce en un aprendizaje sistematizado? Lo que los padres si tienen que aprender es que lo más importante que necesita un niño pequeño para su bienestar, demás de pan, abrigo y refugio, es jugar a sus anchas y mucha dedicación y amor. Deben saber que todo niño sano se desarrolla y aprende a su propio ritmo. Que ser el niño más listo o más estudioso nunca ha significado ser el más feliz y que los niños merecen vivir rodeados de libros educativos, naturaleza, utensilios artísticos, paz, silencio y de libertad para explorar.