La vehemencia por clasificar al hombre

Escrito por el psicólogo clínico Arturo Archila

Tipo, explicándolo con simpleza, es equiparable a describir y clasificar. En psicología, el tipo se puede definir como la forma característica de constitución o “estructura” de pensamiento que distingue particularmente a una persona de otra.  Parece que el hombre desde siempre busca y encuentra diferencia entre sus análogos. ¿De donde viene la idea de ser diferente y de buscar características que nos distingan delos demás?  Es probable que toda disparidad emerja de un cerebro confundido y con miedo.

 En general, podemos afirmar que el siglo XX se caracterizó por inventar cualquier cantidad y clasificación de tipos que pudieran describir y diferenciar personas.  Desde los tipos de Heymans, la tipología de los rasgos psicológicos de Jaensch, los tipos caracterológicos de Jung, los de Franz Ernest Spranger, René Le Senne y  muchos más, hasta las tipologías más burdas publicadas en revistas femeninas, artículos de prensa, sitios en Internet y libros de auto-ayuda. De tal manera que encontramos variedad de tipología, con o sin fundamento, desde lo más simple hasta lo más variopinto que el pensamiento pueda concebir con sustento o sin él. Así encontramos cualquier cantidad de libros y test “psicológicos” con miles de clasificaciones donde podemos ser: flemático, emotivo, no activo, emotivo secundario, psíquico, de Marte, de Venus, mago, guerrero, sensible, supersensible, cariñoso, frívolo, místico, amazona, mártir, cabrona, virgen, transmediatica, dependiente, co-dependiente, independiente, sentimental, psicoespiritual, extratensivo, intratensivo, tigre, mono, balam, colérico, caliente, frío o cualquier cosa que a alguien se le ocurra y que la mayoría aceptamos con la facilidad con la que nos ajustamos un pantalón.

 Nunca deja de asombrar la capacidad que tiene el pensamiento para inventar divisiones entre los seres humanos y la necesidad que tenemos de clasificarnos para ser alguien.  Sin embargo, es poco probable que exista la descripción que se ajuste  a la persona, aunque a si lo creamos. El  pensamiento tiene miles de años inventando cantidad de ilusiones respecto a uno mismo ¿Nos damos cuenta que toda etiqueta es un impedimento para vernos tal cual somos? No hay duda que cuando nos ajustamos a una descripción, la descripción se vuelve el filtro que nos impide ver lo realmente se es.  ¿Puede el hombre conocerse más allá de lo conocido, es decir, sin clasificación, etiqueta, sin tipo, sin clasificación alguna?  La clase de conocimiento que transforma internamente a un hombre no se encuentra simplemente agregando más conocimiento, ni clasificaciones. Incluso, es probable que ni siguiera el conocimiento mismo facilite la psicotransformación. Después de todo somos hábiles en sustituir una idea por otra.

Se ha dicho que lo importante no es conocerse a sí mismo sino conocer por sí mismo.  Sin embargo, antes de conocer por sí mismo hay que tener claro que cualquiera que sea la categorización o tipología que nos queramos ajustar, es otro distractor en el laberinto de las confusiones. Sin conocer por sí mismo no podemos ir más allá de los espejismos o las etiquetas que proyecta el propio pensamiento.

Lo irónico es que a pesar de la aceptación que tienen las clasificaciones, y el afán que tenemos de conocernos a través de las descripciones tipológicas, en realidad, la última cosa que deseamos es conocernos a nosotros mismos. Después de todo, así lo demuestran nuestros hábitos y costumbres.  No obstante, el conocimiento propio es el único fundamento sobre el cual podemos construir.