La vida es relación.  Sin relación no hay posibilidad de existencia. Toda relación implica contacto físico, psicológico, emocional, intelectual y espiritual. Es muy probable, que la única forma genuina de descubrirnos a nosotros mismos, sea observando la manera en que interactuamos con los demás y el medio. ¿Lo hacemos con miedo, con impaciencia, con hipocresía, con indiferencia, con irritabilidad, con amor, con ternura?  Las relaciones son nuestro mejor espejo.  Son la exposición de nosotros mismos: de nuestro temor, apego, intolerancia, valores, paciencia, dependencia, simpatía; para bien o para mal, la relación pone al desnudo la totalidad del yo. Desde este punto de vista, toda relación es funcional ya que entre dos personas, nada puede ocurrir, que éstas no hayan introducido en la misma. Pero lo mismo ocurre cuando nos relacionamos con el viento, la lluvia, las plantas y los animales. Relación es revelación propia. Devela el pensamiento, nuestros motivos, nuestros ideales, nuestra angustia, nuestra búsqueda constante. Pero la relación no solamente es descubrimiento constante sino también vía de transformación psicológica, y en esto último, se sustenta su importancia y su belleza.