No tener hijos es una opción que se debe considerar con seriedad. Cómo psicólogo vemos que un cerebro con miedo, incertidumbre, ansiedad, inseguro, con tristeza o irritable no está apto para procrear y educar hijos. Ya sea por razones psicológicas, sociales, políticas o económicas, las actuales condiciones de vida en todo el planeta, señalan no ser aptas para niños y poca garantía para que vivan sin riesgo, sanos y con decoro.  La  mayoría de nosotros no tenemos clara la razón por la cual engendramos hijos. Algunos decimos que tenemos los hijos que Dios nos manda, en un mundo donde un niño muere de hambre cada 5 segundos, decir que dios los manda es una incoherencia terrible. Otros decimos que hay que procrear hijos porque son la seguridad o la felicidad del hogar, aunque la evidencia demuestra que hay infidelidad y más divorcios que matrimonios felices.  Hay muchos que vemos en nuestros hijos objetos de compañía o la oportunidad de proyectar en ellos la vida que no se tuvo. En fin, ¿Por qué razón deseamos tener hijos? Es una pregunta que ninguna o pocas personas saben contestar sin caer en el egoísmo o la incoherencia. No creemos exagerar cuando indicamos que en un mundo cada vez más vulgar, violento e inhumano los niños es la población de millones, más vulnerable y más desprotegida.

Uno puede decidir tener hijos o no. Las condiciones sociales en las que vivimos son cada día más difíciles y complejas que lo mejor es no tenerlos. Los que ya tienen hijos, suficiente y los que no piénsenlo muy bien. Esta es una decisión personal, pero no hay que ser muy inteligente para darse cuenta que el  mundo actual no es apto para niños: Una economía precaria, falta de oportunidad para ganarse la vida con decoro, violencia cotidiana, drogas a la orden del día, enajenación de consumo y una sociedad mundial, en su mayoría enferma e inescrupulosa, todos estos son las mejores señales que nos indican que traer hijos a este mundo es inhumano.  Pero, si a pesar de todo decidimos tener hijos es importante saber que los niños aprenden, fundamentalmente por imitación y que sus primeros modelos de conducta son sus padres.  Si somos inseguros, temerosos, irascibles, quejumbrosos, de malos hábitos, con mal carácter como dicen, ¿para qué reproducir en un hijo lo que no está bien en nosotros?. No puede haber amor si traemos hijos a un mundo con pocas garantías. Esto le puede parecer dramático, exagerado, pero no lo es. Basta sentarnos a ver el mundo y a uno mismo, y se comprende muy bien.

Arturo Archila/Psicólogo Clínico