El matrimonio no es solamente la relación entre dos personas, sino además, una apertura potencial al descubrimiento de sí mismo; donde la relación puede ser y es, un paso constante de revelación propia. En cierto sentido, la persona con la que nos casamos nos ofrece la oportunidad de descubrir, explorar y transformar eso que somos. Siendo el matrimonio la relación más profunda que existe, es fácil quedar al descubierto con nuestros malos hábitos, irritabilidad, impaciencia, temores e inseguridades. He aquí una de las razones por la cual algunos encuentran en el matrimonio desencanto y arrepentimiento. Pero, no hay que olvidar que lo que queda expuesto, lo que queda al descubierto, es el comportamiento y el pensamiento de los dos. Sin embargo, lo importante no es lo del otro sino lo propio. Nadie puede cambiar a nadie, excepto a sí mismo.  Sin muerte psicológica no hay matrimonio. Esto significa que el matrimonio demanda la muerte o la liberación de ciertas costumbres y hábitos que no permiten la mutua convivencia. Uno puede llegar a establecer reglas o acuerdos en beneficio de la relación, pero lo esencial del matrimonio no es cómo actuar o las normas que se deben aplicar. El matrimonio no es una máquina con reglas a seguir, sino la profunda comprensión de la relación con nuestra pareja.

Arturo Archila/Psicólogo clínico