Sobre la muerte se habla poco. La mayoría evitamos el tema y cuando  hablamos de ella es sobre la muerte ajena y nos demos cuenta o no, lo hacemos a través  de nuestro propio temor a morir.  Se nos ha enseñado a negar la muerte y asociarla con pérdida o aniquilación. El mismo hecho de hablar sobre la muerte se hace con morbo o con el miedo de traerla.  Otros la racionalizamos con bonito discurso hasta que llega el contacto factual con ella.    La muerte y la vida son inherentes, no pueden separarse, no son contrarios ni opuesto, son lo mismo. En cuanto se nace se lleva la muerte a cuestas, entre pecho y espalda porque la muerte es una parte orgánica de la vida.  El hombre que vive en paz con sus semejantes respeta la vida y comprende que la vida es interrelación, que no se puede cortar una flor sin que se estremezca una estrella y aquel que comprende la vida y la respeta, también acepta que la muerte suceda y le da la bienvenida en cada instante.