Hay personas que pasan casi toda su vida con la misma enfermedad a cuestas. El enfermo expresa su dolor y su deseo de sanar, pero en el fondo, consciente o inconscientemente, no quiere sanarse y no lo desea porque “gracias” a su enfermedad  está obteniendo algún beneficio que con salud lo perdería: atención, cuidados, cariño, regalos o también el beneficio de la supresión temporal de sus obligaciones cotidianas, cuya presión es atenuada en un pacto tácito por la familia y personas cercanas.