Cada vez es más evidente la existencia del “hombre con prisa”.  El hombre con prisa es un producto de la sociedad donde todo es urgente; donde todo se hace sobre la marcha. La idea es que cualquier hombre que se jacte de importante debe tener prisa y mantenerse ocupado. No hay duda de que hay muchas cosas que requieren acción inmediata, pero el problema no es ese, sino la ansiedad crónica con la que se vive y que es el verdadero trasfondo de toda esa  prisa y ocupación.  ¿Es realmente importante ese ir y venir, o es ese ir y venir lo que nos da un sentimiento de importancia?  O más aún, ¿es la prisa y la ocupación el velo que utilizamos para no ver más profundo en nosotros mismos?  En todos hay contenidos psicológicos de frustración, miedo, rabia, culpa y muchas cosas que nos provocan angustia y la mayoría preferimos despreocuparnos utilizando como subterfugio la constante ocupación. “Un cerebro ocupado no piensa tonterías”, es la opinión común.  Pero lo cierto es que un cerebro ocupado, con su ansiedad subyacente,  por lo general es un cerebro distraído para no ver la basura bajo la alfombra.  No es necesaria ni la vejez ni la prescripción médica para vivir sin negación, en lo inmediato, una vida tranquila y apacible.