La adolescencia es como otro nacimiento.  Salimos del útero de la familia para entrar en la sociedad. Se muere como niño para renacer como joven adulto. Se dicho que esta es una etapa difícil tanto para padres como para el o la joven. Es triste comprobar que un alto porcentaje de los problemas que enfrentan los adolescentes serían mucho más sencillos, e incluso desaparecerían, si sus padres los comprendieran mejor.  En la transición de niño a joven la conducta ya no es la misma: quieren estar más en la calle que en su casa, hay desorden en su habitación, se vuelven desobedientes, llegan tarde, se irritan continuamente sin motivo y de pronto huelen a alcohol o a cigarro.  ¿Qué le queda a los padres? tomárselo con calma, los gritos y los castigos ya no asustan a nadie.  El mejor abordaje será conversar, no monólogos, ni tratar de convencer, sino sugerir y buscar acuerdos.  No perdamos de vista que el problema central de la adolescencia es la búsqueda de identidad y de intimidad. Incluso la propia identidad sexual se convierte también en una preocupación apremiante. ¿Dónde está el problema? No hay problema; todo esto es necesario, incluso indispensable. Sin duda, la ayuda de los padres en esta etapa de la vida de sus hijos también es importante para que brote de la adolescencia una mujer o un hombre  bueno y maduro.