Cada vez, es más frecuente encontrar personas con angustia constante. Es característico que se muestren tensos, tímidos, sensibles a la opinión de los  demás y  preocupados, la mayoría de veces, por razones banales. Generalmente, experimentan sentimientos de inferioridad, dificultad para tomar decisiones y miedo a cometer errores. Si la angustia se vuelve más perturbadora, entonces, se expresa con síntomas de tristeza, desánimo, insomnio, irritabilidad, indecisión, explosiones de agresividad o ataques de llanto y sentimientos de incompetencia. La esencia de la angustia son toneladas de pensamiento que, generalmente, nos perturba. Sobretodo pensamiento que el Yo interpreta como amenaza para su requerimiento y seguridad. Por ejemplo, que se presenten deseos sexuales prohibidos, anhelos de dependencia para evitar la soledad o simplemente, sentimientos hostiles y agresivos. Todo pensamiento reprimido, sobre todo los prohibidos, buscan su salida con peligro de ceder y manifestarse. Si buscamos resolverlo, es claro, que no se trata de mejorar la autoestima, ni de cambiar de actitud, sino de algo serio y profundo. Inicia con ver y aceptar los contenidos del pensamiento, no negar y reprimir, porque eso que está ahí, es lo que se es. Y sin aceptarlo no hay cambio posible.

Arturo Archila/Psicólogo Clínico