La vida se ha definido de muchas maneras. Pero la realidad es que la vida en sí misma es indefinible. ¿Es la vida la manifestación de lo sagrado en todo el universo? Todo nos lleva a la vida porque la vida está en todo. En la partícula, los árboles, el agua, en las estrellas. La gran mayoría de nosotros nos encontramos completamente inmersos en una cultura global de desprecio total a la vida. Excepto cuando nos vemos en riesgo propio, por lo demás, la vida ajena nos es indiferente, petrificada en el hedor de la muerte. El desprecio por la vida no se manifiesta solo en el cuchillo o la pistola. Hay desprecio por la vida en la deforestación, en la destrucción del hábitat de otras especies, en la contaminación de ríos y lagos.  También en la sociedad que hemos construido hay múltiples manifestaciones de desprecio a la vida: en la desigualdad económica, en las guerras, en el hambre y la pobreza, en la corrupción, en las ideologías y creencias que dividen a los seres humanos. Hay desprecio por la vida en la fábrica que contamina, en los salarios miserables, en las medicinas de costo inalcanzable.  La vida no tiene otro objetivo que la vida misma. La mayoría de seres humanos estamos tan enfermos que ya no podemos ver la simpleza, lo elemental que se inicia con el respeto a la vida.