He conocido hombres incapaces de dar un abrazo o de acariciar.  En su historia familiar hay indicios de haber sido creados sin caricias. Algo fundamental que no le puede faltar a un niño pequeño.  Cada vez que nosotros tocamos con suavidad a nuestros hijos, se envía un mensaje al cerebro y se realiza una conexión entre las células cerebrales que facilitan al bebe hablar, ver, sentir, moverse y aprender.

Es a través de las caricias y la ternura que el niño pequeño aprende que es amado y deseado.  Ese contacto físico contribuye a tranquilizar al bebe y a disminuir la tensión, a ganar peso más rápido y a crecer. Se ha descubierto que masajear a los pequeños estimula la salud y el crecimiento.  Un bebé con cólico, por ejemplo, el contacto y las caricias contribuyen a mitigarle el dolor y hacerle sentir más a gusto.

Entre más tiempo dediquen los padres con sus hijos en la cargada y la caricia, más fuerte es el lazo que se forja. Abrazar es un simple gesto de amor, de calor, de afecto.  Aunque es fundamental en la infancia, no hay edad para la caricia.  La sensación de calor que trasmite la otra persona cuando nos da un abrazo, derrite enfermedades y hasta el ego más irritable se queda quieto por unos segundos ante un abrazo afectuoso.

Cuando a un niño no lo abrazan, no lo besan, aunque lo tenga todo le hace falta algo mucho más profundo.

Arturo Archila/psicólogo clínico