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El trastorno con Déficit de Atención e Hiperactividad se diagnóstica a la edad de 5 años. Los niños presentan impulsividad, hiperactividad, desobediencia y están más propensos a tener accidentes. Debido a que los síntomas son propios de la edad, muchos padres no le ponen atención al problema sino para cuando nada o poco se puede hacer.  El trastorno se hace evidente al comenzar la educación primaria en el rendimiento escolar del niño: deberes incompletos, poco organizado y con errores; se distrae con facilidad, habla impulsivamente; su conducta es desadaptada en el aula, tiene dificultades para aceptar normas, es agresivo, interrumpe y se entromete en todo.

Este niño sufre, ya que los adultos a su cargo por desconocer que tiene un trastorno, lo castigan, lo regañan, y con frecuencia es objeto de malos tratos. La  frustración y lo poco gratificante de su vida, en la adolescencia o de adulto, pueden llevarlo a ser adicto, hostil y hasta violento.  La sociedad debe saber que las graves consecuencias discapacitantes que tienen que afrontar las personas con Déficit de Atención e Hiperactividad no se deben a la inexistencia de tratamiento efectivo sino más al desconocimiento,  limitaciones y restricciones al acceso médico y especialistas, pero también nuestra postración e indiferencia al problema.